Ella me golpeaba de forma inesperada y decía que se trataba de un juego. Eventualmente los golpes se convirtieron en ataques cada vez más graves y nunca supe cómo reaccionar.
Me aventaba muebles y cubiertos, pero ella me convenció de que eso era normal. Me repitió que simplemente tenía una novia intensa, una que gritaba cada vez que me equivocaba en alguna parte de la conversación. Siempre me dijo que era un inútil y que nadie más me iba a querer. Creí que tenía razón, le creí durante meses hasta que un día me rompió la nariz y cuando me tire al piso a llorar del dolor ella me pisó como si disfrutará oír mis gritos. Me humilló y yo pensé “no puedo hacer nada” ¿cierto? Si le ponía un dedo encima, de pronto tendría a la policía tras de mí y ella sería libre. Es curioso porque soy más grande que ella, por algunos años, y aún así siempre me sentí demasiado pequeño a su lado.
Le dije que la denunciaría. Se rió y me dijo que les diría que yo la lastimé y que por eso tuvo que defenderse. La amaba, jamás le hice ningún daño y siempre pensé que sólo ella me entendía, a pesar de todo. Creí que todas sus agresiones eran parte de una etapa pasajera. Ese fue mi peor error. ¿Por qué la amaba si después de cada golpe yo no podía siquiera recostarme del dolor que sentía en el rostro y cuerpo?
Cuando decidí que era suficiente fue demasiado tarde, una tarde justo después del primer golpe reaccioné por primera vez. Mi error fue no notar que ella tenía un cuchillo en la mano con el que me atravesó el estómago cuando la ataqué de vuelta…
“El abuso en contra de las mujeres y niñas es la violación a los derechos humanos más ignorada y penetrante en la Tierra”.
Esas fueron palabras del expresidente estadounidense Jimmy Carter. Lo que llama la atención es que sólo haya incluido a mujeres y menores dentro de ese abuso. Nos hemos acostumbrado a escuchar sobre la violencia doméstica contra las mujeres, pero olvidamos que existe un gran porcentaje de hombres que también sufre de ataques físicos y psicológicos a quienes nadie escucha. El mismo sexismo contra el que pelean las feministas, es el que ignora a los hombres que sufren de violencia en una relación.
De acuerdo a un estudio de “The Guardian”, 46 % de las víctimas de violencia doméstica son hombres. Entonces ¿por qué parece que sólo son las mujeres son las que sufren de agresiones? La respuesta radica en que pocos creen que un hombre pueda ser víctima de su pareja. De hecho, resulta cómico que una mujer golpee a su novio, la idea de que un hombre sufra de violencia doméstica es absurda a ojos del mundo.
Los movimientos feministas comenzaron como una lucha que exigía igualdad de derechos, libertad y protección contra la violencia. Cuando una de ellas denuncia a su pareja o a cualquier hombre de haberla agredido, la justicia responde. Cuando se trata del género masculino no sucede nada mas que la burla y el señalamiento de aquellos “débiles” que se atrevieron a alzar la voz. La relación que debemos hacer para entender esta problemática es muy sencilla: si hay tantas mujeres que son ignoradas cuando denuncian algún tipo de violencia, el número de hombres a quienes nadie ayuda es mucho mayor. Y aunque es verdad que el número de casos de violencia dirigida hacia las mujeres es mayor, el daño psicológico que causa el abuso es exactamente el mismo en hombres y mujeres.
Otro hecho importante es que –a pesar de que el feminismo busca la igualdad– cada vez surgen más grupos de odio hacia los hombres en general. Esto genera que se ignore o relegue aún más a todos aquellos que han sido víctimas de abuso. La brecha creada por el feminismo le resta importancia a los derechos del género masculino. No existe una fórmula para convertirnos es seres humanos exactamente iguales a hombres y mujeres, pero en lugar de hacer que la rueda gire, estamos dando un paso hacia atrás. Las nuevas generaciones están reemplazando el control y sometimiento masculino por el femenino, convirtiendo cada una de las acciones de un hombre en un ataque. Asimismo, esa disyunción social ha hecho que se le de más valor a la palabra de una mujer ofendida por las palabras de un hombre, que a un chico ombre afirmando que su esposa lo maltrata de manera psicológica y física.
El problema es que, como sociedad, nos hemos enfocado en el ataque contra las mujeres como si fuera la única posibilidad. Nos hemos olvidado de la verdadera equidad humana y –más importante– de los derechos que tienen todas las personas sin importar su género, raza, preferencia sexual, credo o cualquier otra condición. Todos somos iguales y merecemos respeto en un mundo libre de violencia. No aseguro que la agresión contra el hombre sea un problema más grave que el de las mujeres, sino que se deben abordar con la misma atención y responsabilidad.
…mi ex novia no me asesinó. Después del ataque llegué al hospital y ella, obviamente, no se atrevió a aparecer. Después d eme recuperación me hicieron todo tipo de preguntas, por alguna razón tardé mucho en contar la verdad, en poder decir que había sido ella. Fue hasta entonces cuando logré pedir ayuda. Existen distintas organizaciones como “One in Three” y distintos refugios para hombres que sufrieron de violencia, pero aún falta que se construya una red de apoyo similar a la que se formó para ayudar a las mujeres . Me costó trabajo comprender que yo no tenía la culpa, pero finalmente perdí el miedo, recuperé mi voz y denuncié a la persona que me hizo tanto daño.
Fuente: culturacolectiva
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