En 2001, un grupo de científicos encontró vida en la Pirámide de Ball. No lo esperaban
Son las 4 de la madrugada, acabamos de atracar en la roca. A bordo viajamos dos científicos australianos, David Priddel y el que escribe, Nicholas Carlile. Nos acompañan dos ayudantes. Nuestra intención es confirmar que en la Pirámide de Ball no hay vida animal destacable.
Todo empezó hace 7 millones de años, cuando un antiguo volcán emergió en las aguas del océano Pacífico, no muy lejos de Australia. La explosión de roca y lava quedó petrificada en forma de uña de dragón: hablamos de unaelevación de 560 metros sobre el nivel del mar con forma extremadamente punzante y estrecha.
El primero en llegar hasta quí fue Ball, el oficial naval Británico en 1788. Después, en la década de los 60, un grupo de escaladores crearon el mito: mientras trepaban por una de sus paredes encontraron un pequeño arbusto. Detrás se encontraban los cadáveres recientes de un insecto que los científicos daban por extinguido.
La Pirámide de Ball, en el Pacífico Sur, fue descubierta en 1788 por el teniente británico Henry Ball
A 13 kilómetros de la Priámide hay una isla más grande, la Lord Howe Island. Allí habitaba un insecto famoso por su tamaño, el Dryococelus Australis: se decía que era tan grande como una mano humana. Medía 12 centímetros de largo y se clasificó como el insecto palo volador más grande del mundo.
Tenía la apariencia de la madera y un exoesqueleto de camuflaje: los europeos lo llamaron "langosta de árbol" y los pescadores lo usaron como cebo hasta 1918. Ese año, un buque de abastecimiento británico llamado Makambo encalló en la Lord Howe. Un marinero murió y la nave tuvo que ser evacuada.
Los hombres no fueron los únicos en bajar del barco, también lo hicieron las ratas. Mientras la tripulación reparaba el Makambo, las ratas se comieron todas las langostas gigantes de la isla Lord Howe.
En este islote se halló el insecto palo volador más grande del mundo: mide 12 centímetros y nadie sabe cómo llegaron hasta la roca
Desde entonces no se ha vuelto a ver ninguno de estos insectos. Estamos aquí para confirmar que el Dryococelus Australis se ha extinguido, y que lo que vieron los escaladores es pura leyenda.
David ha visto unos troncos flotando en el agua. Por un momento hemos pensado que las langostas podrían haber navegado hasta aquí y sobrevivido a un montón de tiburones. Hemos estado bromeando hasta que en el interior de unas rocas hemos hallado heces frescas de insecto. De un insecto grande.
Las langostas son nocturnas, así que hemos decidido subir al mítico nido de los escaladores equipados con linternas. Al asomar nuestras cabezas, dos criaturas enormes, negras y brillantes nos miraban moviendo sus antenas. Detrás de ellas habían más, 24 en total. Eran Dryococelus Australis.
David ha dicho: "Me siento como si hubiera retrocedido a la la era Jurásica, cuando los insectos dominaban el mundo".
Durante mucho tiempo se pensó que la existencia de estos insectos era una leyenda
Hemos vuelto varias veces a la Pirámide de Ball, y podemos certificar que aquellos Dryococelus eran los últimos de la tierra. No sabemos cómo llegaron hasta la roca, pero hemos conseguido lo más importante: el gobierno australiano nos ha dado permiso para sacar cuatro ejemplares de la isla.
Adán y Eva son la pareja que ha sobrevivido. Ahora sus descendientes siguien naciendo en el zoo de Melbourne.
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