Yaima González Matos perdió su empleo en recursos humanos en una empresa estatal hace tres años. Así que se integró a la pequeña clase de empresarios privados y se convirtió en mayorista en el sector de flores para sustentarse a ella y su hijo, ahora de 11 años, reseña Associated Press.
Todos los lunes y jueves a las 7 am, González sale de su casa en San Antonio de los Baños, una ciudad en las afueras de La Habana, para visitar una decena de granjas que le venden girasoles, orquídeas, lirios y otras flores. Las carga en un Buick de 1957 y comienza sus entregas a clientes en la capital. González le paga al chofer unos 20 dólares al día, incluyendo gasolina.
En un buen día, se gana unos 28 dólares, después de cubrir gastos, un poco más del salario mensual promedio en Cuba.
Es un trabajo duro. Los abastecedores de González rara vez cubren todos sus pedidos, por razones que van desde malas condiciones del tiempo hasta a un competidor que paga más que ella. Un día reciente, alguien le robó el celular del auto mientras hablaba con un cliente que vende flores en la calle. Algunos días el carro no funciona y la deja varada en la carretera.
González dice que trabaja solamente dos veces a la semana porque no hay suficiente demanda para más. Pero esos días a menudo duran 12 horas y llega a su casa mucho después que su madre acostó a su hijo.
González tiene esperanzas de que la reciente mejora en las relaciones con Estados Unidos beneficie la economía y que su negocio pueda ganar más. Sueña con un día tener un negocio lo suficientemente grande como para poder comprar un camión y firmar un contrato de suministros con un hotel.
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