TERENCE MCKENNA ADVERTÍA QUE LA TELEVISIÓN ES QUIZÁ LA DROGA MÁS DESTRUCTIVA A NUESTRA DISPOSICIÓN; UNA ESPECIE DE VIAJE EN DONDE TU DEALER (UNA CORPORACIÓN) DECIDE CUÁL SERÁ TU EXPERIENCIA
Independientemente de contextos culturales, morales o ideológicos, y abordadas desde un plano simplificado, las “drogas” son sustancias, o mejor dicho estímulos, capaces de alterar nuestra percepción. Lo anterior, más allá de las implicaciones puramente sensoriales, también implica modificar, al menos temporalmente, lo que ocurre al interior de nuestra mente (el instrumento definitivo que utilizamos para concebir la “realidad”). Y en este sentido podríamos afirmar que el término “drogas” abarca no sólo a la marihuana, el LSD, la cocaína y otros, sino también a los fármacos, al café, obviamente al alcohol, e incluso a dispositivos cotidianos, por ejemplo la computadora o la televisión.
Terence Mckenna, uno de los más proactivos estudiosos de la alteración del ser por medio de sustancias, acuñó a lo largo de su trayectoria un discurso destacado alrededor de las drogas, la mente y, en general, las prácticas culturales. Entre las múltiples premisas que este inquieto psiconauta compartió, se abocó a denunciar las consecuencias de nuestra interacción con la TV. De hecho, en un audio de 9 minutos que puedes escuchar aquí, nominó a este medio como la droga más destructiva a nuestra disposición.
Primero, para justificar su inclusión de la TV en el término “droga”, Mckenna advierte que si colocas a una persona frente a un televisor durante algunos minutos, esta persona registrará significativas alteraciones a nivel neurológico y psicológico, es decir se fijan determinados parámetros fisiológicos y mentales –algo similar a lo que ocurre cuando se ingiere un narcótico. Además, recalca el potencial adictivo, probado en millones de casos, que tiene la televisión.
En segundo lugar, el filósofo y etnobotánico nacido en Colorado hace referencia a la histórica afirmación mcluhaniana, “El medio es el mensaje”, aludiendo al medio, por encima del contenido, como el factor que determina la experiencia del espectador. El medio, en este caso la TV, conlleva una serie de reacciones intrínsecas que provocan que, sin importar si estás viendo “producciones de National Geographic o películas de asesinos”, va a impactar de un modo particular tu realidad y, en conjunto, va a incidir en el sistema de valores de una sociedad.
Pero a diferencia de otras sustancias, de otras drogas, que dan vida a espejos en los cuáles nos reflejamos, por ejemplo los psicodélicos, la televisión actúa como un anuncio espectacular, cuyo mensaje estará a disposición del mejor postor, de cualquiera que pague para estar ahí. O como bien señala Andrei Burke en su artículo para Ultraculture, “la TV es una droga en la que eldealer controla el viaje”, es decir, es un medio a merced de agendas que seguramente poco tienen que ver con tu evolución personal, y ni siquiera con la estética potencial de una experiencia o con el caos natural al cual ciertas drogas pueden, afortunadamente, vincularnos. En realidad el diseño de “tu” viaje responde a intereses comerciales, patrones culturales que por alguna u otra razón un grupo decide promover, etcétera.
Ahora, si bien hoy la TV es un medio limitado en comparación con el boyante internet, lo cierto es que algunas de las particularidades de uno se han replicado en el otro: por ejemplo, su naturaleza adictiva. Además, a pesar de que en la ubicua red existe una virtual decisión, eso que distingue a los usuarios de los espectadores, me temo que, como señalan Rushkoff y otros, en realidad pasamos de ser consumidores a ser productos. Esas arenas gratuitas en donde vas forjando tu identidad frente a una comunidad, llamese Facebook, Twitter, etc., funcionan utilizando como motor el mismo dinero que adquiere el espacio de tu anuncio espectacular, las marcas. Internet es hoy más una especie de Shangri-La brandeado, pseudolibre, que esa pradera donde podíamos correr desnudos compartiendo data y estimulando, mutuamente, el desarrollo evolutivo.
En todo caso, tal vez la diferencia entre el usuario que usa y el que es usado está en la conciencia, en ese tomarte la molestia de observar y entender, o al menos interpretar conscientemente, las dinámicas en las cuales te envuelves diariamente durante una buena cantidad de horas. Sólo así, tal vez, podremos tomar las riendas del viaje inducido por nuestra PC, evitando que los cibermedios releven a la TV dentro de los términos de McKenna.
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