Hasta ahora se creía que el arrepentimiento, ese malestar por haber perdido una oportunidad o no haber tomado en su momento la decisión correcta, era una facultad exclusivamente humana, pero según una investigación que acaba de ser publicada en Nature Neuroscience, los ratones también experimentan esa desazón.
Para averiguarlo, el equipo de investigadores diseñó una especie de “autoservicio” circular para roedores, con distintas cámaras donde los “clientes” tenían que aguardar a que apareciera la comida: a más tiempo de espera, más suculenta era la gratificación alimenticia.
Pero a veces, a algunos animales les podía la impaciencia y se iban a otro dispensador. Era entonces cuando se manifestaba claramente el remordimiento ratonil: los ejemplares atolondrados se detenían y miraban hacia atrás como pensando “me tenía que haber quedado allí”.
Además, los científicos comprobaron que, como ocurre en los humanos ante situaciones semejantes, se activaba en los ratones una zona llamada corteza orbitofrontal.
Lo que se representa en esa área cerebral no es la recompensa perdida, sino la conciencia de haber tomado una mala decisión. O sea, ese reconcome tan importante para explicar buena parte de nuestra conducta y nuestros valores morales.
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