Algunos vegetales producen engrosamientos en sus raíces que se redondean mucho para terminar en un filamento largo y estrecho. Es un recurso para almacenar nutrientes –vitaminas y minerales– que los ayudan a crecer y a producir flores y frutos, y de paso resultan muy apetecibles para el consumo humano. A esta categoría pertenecen la zanahoria, la remolacha, el apio, la cebolla, el ajo, el puerro, el coriandro, el hinojo, las chirimías, los nabos, los rábanos, la flor de loto y otras variedades menos conocidas.
A veces se incluyen, junto a este tipo de vegetales subterráneos, los tubérculos. Estos también se encuentran bajo tierra y son comestibles, pero no son propiamente raíces, sino tallos engrosados, cuya función también consiste en almacenar sustancias nutrientes para la planta y su reproducción posterior.
A esta categoría de tubérculos pertenecen las patatas, los boniatos, la yuca, la mandioca, las chufas y otras especies no muy habituales en Europa, como la arracacha o la oca. Los tubérculos son ricos en hidratos de carbono –azúcares– y almidón. Junto con las raíces citadas al principio, constituyen una fuente básica de calorías y alimento para millones de personas en el mundo, especialmente en regiones pobres de África, Asia y América Latina.
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