Él era el más alto de mi generación, el único con cabello marrón y de los pocos que no se reían cuando los profesores hablaban de sexualidad o reproducción.
Supongo que esa última parte fue la que terminó por enamorarme, al igual que a otras de mis compañeras, quienes todos los días esperaban a Leo para verlo entrar por la puerta del auditorio. Yo sólo lo veía los miércoles, o sea que tenía el 70 % menos de probabilidades para acercarme a él. La mayoría de las chicas que tomaban la maestría conmigo, eran mucho más guapas que yo o por lo menos se levantaban tres horas antes para maquillarse y peinarse como cuando yo lo hacía para un evento especial. No era más delgada, alta o rubia que ninguna, pero si era más inteligente que todas.
Entonces, decidí que no tenía por qué ser la mejor rival cuando podía ser la única ¿Cómo? eliminando a la competencia. Poco a poco fui conociendo a mis “compañeras”. Antes de abalanzarme sobre Leo le di tiempo de descartar a algunas que eran demasiado obvias. Todas las clases eran un espectáculo de escotes, zapatillas y litros de perfume encima de él. Lo mejor es que ninguna notaba que todo eso lo enaltecía y por lo tanto, su interés en ellas disminuía.
Pasaron 3 meses antes de que yo me sentara junto él. En ese tiempo, toda la universidad se había enterado de quién era él, qué estudiaba y a cuántas se había llevado a la cama. El día en que me senté al lado de su silla, lo único que llevaba diferente era el cabello; siempre me ataba una coleta y ese miércoles lo dejé suelto sobre mis hombros. No crucé una sola palabra con Leo y cuando él me preguntó un par de dudas sobre el ejercicio, yo respondí rápida y fríamente sin voltear a verlo. Lo había arriesgado todo, ignorarlo de esa forma podía darme el primer pase a la competencia o hacerme perder sin ni siquiera haber participado.
Terminó la clase, entregamos los proyectos y justo detrás de mí, salió él. Me siguió hasta unas jardineras en las que siempre me sentaba a tomar algo y antes de destapar mi termo me preguntó mi nombre. Le respondí y le pregunté el suyo… ¿No lo sabes? Me contestó sorprendido y cuando le dije que no tenía idea, se sentó a mi lado con una sonrisa incrédula. Era oficial, yo estaba compitiendo y hasta ahora iba en primer lugar.
Nadie podía creer que él disfrutara conversar con alguien como yo, pero así fue. Mi estrategia funcionó y poco a poco mis rivales fueron desapareciendo. Entre las cosas que intenté y que le recomendaría a cualquiera que busque eliminar a su competencia en el amor están:
10. No muestres mucho interés: la intriga y el misterio es un reto que a los hombres les encanta ganar.
9. No te alejes mucho: demuéstrale que eres una buena compañía sin hostigarlo todos los días para que se quede con más ganas de ti.
8. Ten detalles lindos e inesperados: si ya se conocen más, sorpréndelo con alguna bobería para que note tu interés en él.
7. Invítalo a un evento especial: ir juntos a alguna fiesta o evento lo hará darse cuenta de tus intenciones y descubrirá lo divertida que puedes ser.
6. Haz planes fuera de lo común: además de ser un reto para él, es importante que sepa que eres una chica original con la que nunca se aburrirá.
5. Encárgate de conocer a tu competencia: no tienen que ser mejores amigas, pero entre más sepas sobre ellas, más fácil será eliminarlas.
4. Jamás hables mal de tus rivales: debes ser una buena competidora mas no una manipuladora, además, entre menos se acuerde de las demás mejor para ti.
3. No accedas a todas sus invitaciones: aunque mueras de ganas de verlo no olvides que entre más difícil sea el reto más se interesará en conocerte.
2. Investiga qué le agrada de tus rivales y supéralo: no seas obvia, sólo necesitas algunas preguntas sutiles para darte cuenta si alguna de ellas también le gusta. Cuando lo descubras, idea la forma de demostrarle que tú eres un mejor partido.
1. No entregues todo en las primeras citas: seguramente él conoce muchas mujeres con las que puede acostarse sin mucho esfuerzo, no te conviertas en una más de su lista.
Antes de lo que me imaginé Leo comenzó a marcarme todos los días, me invitaba a todas sus fiestas y me propuso irnos un fin de semana a Cuernavaca. Al final del viaje me di cuenta de que en realidad no era tan interesante como todas, o por lo menos yo, habíamos imaginado. Sobrevalorar a las personas por su aspecto físico es más común.
Las personas no somos objetos por los que tengamos que pelear, si alguien está interesado en mí lo sabré sin necesidad de llevar a cabo una estrategia. El amor es algo más profundo que un reto.
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