En 1329, Cangrande della Scala, señor de Verona, había concluido un exitoso asalto a la ciudad de Treviso, tras conquistar casi todo el norte de Italia.
Cangrande estaba bien acomodado debido a las propiedades y los títulos adquiridos mediante su espada, y no tenía descendencia, lo que suscitaba el interés por parte de sobrinos y enemigos.
Justo al terminar la campaña de por hacerse con el control de la ciudad, Cangrande falleció por unos problemas intestinales. Según la versión oficial, habría bebido de aguas contaminadas. Sin embargo, durante todo este tiempo, se había especulado con todo tipo de teorías conspiratorias, aunque sin ninguna prueba científica.
Después de 700 años, el equipo del profesor de Historia de la Medicina y Paleopatología de la Universidad de Pisa, Gino Fornaciari, han concluido y demostrado la teoría del envenenamiento. Llevan investigando los restos de Cangrande della Scala desde 2004.
La momificación natural del cuerpo (enterramiento entre mármoles en una cripta con temperatura estable) ha permitido conservar un bolo fecal presente en el colon del noble, y que éste revele la marca del asesinato.
La clave está en las fibras de “dedalera” encontradas en las heces. Una planta indigesta que, además, contienen diversos glucósidos cardíacos que producen la disminución de la frecuencia cardíaca hasta parar por completo el corazón. Provoca diarreas y fallo cardiaco con su ingesta continuada. Perfecto para esconder un supuesto envenenamiento. El equipo del doctor Fornaciari demostró que las concentraciones de digoxina y digitoxina en el hígado y en las heces de Cangrande eran lo suficientemente tóxicas como para justificar su muerte.
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