El fémur es el hueso más grande, más fuerte y el que resiste más tensión de todo el sistema óseo”, asegura Luis Clemente Jiménez, director de la carrera de Medicina de la Escuela de Ciencias de la Vida del Tecnológico de Monterrery, campus Ciudad de México. Este hueso resiste mucha presión y tensión.
Su función es apoyar el peso del cuerpo. En el extremo superior, donde se conecta con la cadera, tiene un cuello angulado, y así soporta la carga haciendo una palanca, lo que multiplica la fuerza que recibe. Cualquier otro material se rompería bajo esa presión, sin embargo, sus trabéculas, la disposición de la estructura interna del hueso, le permiten soportarlo.
Paradójicamente, pese a ser el más grande y fuerte de los hueso, así como el más largo, el fémur es el primero que se fractura, en especial en su cuello, debido a la osteoporosis en las mujeres adultas”, señala Jiménez. Hacia abajo articula con la rodilla, e impacta directamente a la tibia, solo que esta distribuye el peso de forma distinta toda la presión la convierte en tensión.
Su densidad es mucho más elevada que otros huesos, aunque en los extremos tiende a ser más bien esponjoso con un recubrimiento compacto, lo que lo hace a la vez ligero y resistente.
¿Cuál es la célula más pequeña?
Las células son unidades básicas de la vida. “El espermatozoide es la más pequeña del cuerpo humano; se encuentra sólo en los hombres y su finalidad es portar y llevar información genética al óvulo, durante la fecundación”, dice Alejandro Monroy Colín, biólogo y profesor de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México.
¿Cómo se comunican las células entre sí?
Las células se comunican por medio de señales, que pueden ir desde gases o proteínas, hasta luz y movimientos mecánicos. Por ejemplo, hay células que cuando entran en contacto cambian su comportamiento.
Otras células mandan señales químicas, como las células de levadura, que envían una feromona que otra célula de levadura percibe y así pueden empezar la reproducción. Algunas producen luz que otras células captan.
También están las que tienen comunicación por medio de sustancias. En este caso, una célula produce un neurotransmisor que pasa al medio extracelular; la célula vecina lo retiene, lo une y eso provoca una respuesta eléctrica en otra célula. Esto sucede con las neuronas que tienen una prolongación larga; en ellas se libera el mensaje químico, y otra neurona que recibe ese mensaje –con unas terminaciones que se llaman dendritas– produce un cambio eléctrico que se transmite a otra célula, y así en forma sucesiva.
De esta manera, el cerebro puede mandar la instrucción al pie para que se mueva; son uros mensajes químicos y eléctricos, porque el cambio de potencial eléctrico se produce como la electricidad en un cable”, explica Rubén G. Contreras, investigador del Departamento de Fisiología, Biofísica y Neurociencias del Cinvestav.
Hay otro tipo de células que pueden percibir cambios en el ambiente y responder aumentando los niveles de su calcio intracelular. Al recibir una señal química pueden liberar ese calcio y hacer que inunde el interior celular; lo que puede provocar que se contraiga, se comunique, se pegue, se diferencie o muera.
Para que esta comunicación celular sea completa, también existen células con proteínas receptoras que les permiten detectar estas señales y hallar caminos para transmitirlas a su interior y responder.
Descubrir todos estos procesos les valió el Premio Nobel de Medicina 2012 a Robert Lefkowitz y Brian Kobilka.
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