Alexander Selvik Wengshoel nació con una cadera deforme, pasó algunos años usando muletas y en silla de ruedas. Hasta que fue sometido a una operación de remplazo de cadera.
Los médicos le permitieron grabar la operación y llevar el hueso a casa como un recuerdo artístico. El quería utilizarlo para su arte pero primero tenía que rasparlo para llegar al hueso.
Para facilitar el proceso había hervido el hueso, con la carne ya cocida se le hizo fácil y tomó un pedazo mientras pensaba ‘¿por qué no hacerlo?’.
Le agarró sabor, así que puso a freír la demás carne y la comió. “Había sido tan duro tenerlo en mi cuerpo, y cuando lo saqué, se convirtió en algo más, algo romántico. Fue muy emocionante y estimulante. Era tan personal”, dijo.