En su natal Maracay, estado Aragua, de adolescente, cuando aún jugaba en el estadio de La Pedrera, Miguel Cabrera añoraba tener su propio bate, uno que no tuviera que compartir con sus compañeros y al que le pudiera confesar sus aspiraciones, para que juntos las pudieran alcanzar.
En ese tiempo el venezolano y su familia tenían recursos limitados, por lo que comprar un bate no estaba entre la lista de necesidades quincenales de sus sacrificados y modestos padres.
Él, sin embargo, recuerda no haberle pedido o exigido nunca a sus papás un madero, aunque en cada cumpleaños o Navidad esperaba con ansias ese regalo.
De esa época ya mucho ha pasado, pero Cabrera no se olvida de ella, pese a que hoy solo tiene que levantar su brazo derecho, señalar un bate de su locker y con su mano indicar una cantidad para que le lleguen cajas de bates marca Sam Bat, hechos con la más fina madera de maple canadiense.
–¿Recuerdas quién te dio tu primer bate?
–Me acuerdo que eso fue cuando yo tenía 13 o 14 años y me lo regaló el señor Camilo Pascual, scout de los Dodgers de Los Ángeles.
–¿Cuál fue tu reacción cuando te dieron ese bate?
–Fue algo increíble en ese momento, cuidaba mucho a ese bate, lo escondía en la casa para que nadie lo agarrara.
Si por casualidad venía un primo mío y quería practicar, yo escondía rápido el bate, porque sabía que me lo iba a pedir. Lo cuidaba tanto así porque en realidad uno no sabía cuándo iba a tener oportunidad de tener otro bate así.
–¿Lo utilizabas o lo tenías como un trofeo?
–Trataba lo más posible de no utilizarlo mucho para que no se me partiera, hasta que llegó un momento en ese tiempo en el que ya yo estaba jugando en la paralela con los Tigres de Aragua y siempre me llevaba mi bate.
En una oportunidad se lo presté a Álex Núñez, y, no digo que fue por mala suerte porque no se rompió en el juego, lo rompió contra el piso, contra la pared que estaba ahí porque se había ponchado con hombre en base.
Ese fue un día bastante frustrante para mí, porque me habían partido mi único bate de madera, el primero que me habían dado. En ese momento él me dijo que me lo iba a pagar, y todavía estoy esperando ese bate.
–¿Cuánto tiempo pasó para que tuvieras tu próximo bate?
–No recuerdo, pero no fue mucho tiempo, porque después sí me dieron varios bates y, por supuesto, lo agradezco mucho.
–Ahora no tienes que preocuparte por cuidar tus bates porque te llegan por cajas y a tu gusto, ¿nos puedes decir cuál es el proceso de selección que haces con tus maderos?
–Eso es un proceso. Primero uno pide los bates: a mí me gustan 36 pulgadas por 32 onzas.
Cuando llegan, el jefe del clubhouse de los Tigres de Detroit se encarga de pesarlos para ver si tienen la medida y el peso, porque a veces no los hacen con exactitud.
Después de ahí te ponen el bate en tu propio locker y uno va escogiendo cuál tiene la mejor madera.
Me gusta coleccionar los que están mejores y los que no están los aparto y los regreso para que me manden unos nuevos.
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