Estaba pidiendo
limosna cuando le ofrecieron U$S 100
o un curso de programador. Ahora publicó "Trees
for cars", una aplicación que busca mejorar el transporte, ahorrar dinero y reducir la emanación de gases.
El 21 de agosto
de 2013 Patrick McConlogue iba
camino a su trabajo como ingeniero en sistemas y se cruzó con el mendigo que ya
había visto otras veces en un parque cercano.
Decidió entonces cumplir con lo
que había planteado en un blog del sitio Medium.
Había miles de personas
esperando por la respuesta del hombre que dormía en la plaza y vivía de la
caridad ajena. Le iba a ofrecer un billete
de 100 dólares o clases de programación gratis para conseguir una salida laboral.
"Te veo todos los
días cuando voy a trabajar, sé que esto es muy extraño pero ¿sabes que hay días
diferentes de otros? Hoy no es igual que ayer. Así que tengo una pregunta totalmente rara para hacerte..."
Leo Grand decidió tomar la segunda opción de las que le
ofreció su inesperado mentor y a partir de entonces, cada caminata de Patrick a
su jornada laboral tuvo una parada extra en medio de la plaza para darle una clase de una hora a su alumno sin techo.
El no lo sabía,
pero su elección
hizo que la historia comenzara a viralizarse
en Internet y muchos quedaron pendientes de sus progresos mientras trabajaba
con tres libros de JavaScript (principiante,
avanzado y experto) y se familiarizaba con complejos
códigos en una laptop de bajo costo
para aprovechar una oportunidad como nunca imaginó tener.
La historia terminó
en una aplicación que permite a los neoyorquinos ponerse de acuerdo entre sí
para compartir transporte rumbo a su
zona de trabajo, de manera que puedan reducir la cantidad de vehículos en
el corazón de la ciudad y con ello también la contaminación ambiental.
"Trees for cars" (Árboles
por coches) funciona con el contacto y la solidaridad entre los
usuarios, y a medida que se van poniendo de acuerdo un contador suma la cantidad de dinero que se ahorra en combustible y cuánto dióxido de carbono se evita emanar hacia la atmósfera.
Leo tiene 36 años
y vive en Nueva York, mientras que su "profesor", Patrick, tiene 23. Se trata,
sin dudas, de una de las "historias mínimas" más inspiradoras del año.



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