“Supervirus” o “superbacterias” son palabras con las que podríamos encontrarnos cada vez más a menudo: según un nuevo reporte del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de EU, “más de dos millones de personas se enferman cada año de infecciones resistentes a los antibióticos, con al menos 23 mil muertes como resultado.”
Pero las cifras, incluso para el estudio, “están basadas en consideraciones conservadoras y podrían ser estimaciones mínimas”.
El problema que trata de ponerse a consideración aquí es que tanto los humanos como el ganado utilizan demasiadas vacunas y antibióticos. Podría explicarse de este modo: al recibir una vacuna, esta actúa contra posibles infecciones de la enfermedad que previene, pero también desgasta las defensas del sistema autoinmune, haciéndonos proclives a otras enfermedades para las cuales dicha vacuna no presta protección.
Lo que es más preocupante es que existen algunas bacterias que resisten la acción de los antibióticos, y que al reproducirse transmiten la información sobre cómo sobrevivir al “ataque” de los antibióticos, produciendo nuevas variedades cada vez más resistentes.
No se trata de ponerse paranoicos: el problema en realidad no es el uso de antibióticos, sino su uso innecesario. El CCPE estima que más del 50% de los antibióticos prescritos en consultas médicas no son necesarios o son administrados de manera poco óptima.
El CCPE también advierte que el uso de antibióticos a la par de hormonas de crecimiento en animales, administrados a través de la comida, son también prácticas innecesarias que pueden ser dañinas a largo plazo y cuyo uso debería evitarse.
No debemos olvidar que las farmacéuticas ganan millones de dólares al año con la venta y prescripción de vacunas y antibióticos que, si bien han sido una herramienta que la medicina ha utilizado efectivamente para limitar el avance de enfermedades como el sarampión y la polio, no dejan de ser un negocio millonario.
Fuente: washingtonpost
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