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» » ¡Me cae mal mi hermana!, otro tipo de relación tóxica

Alberto 25 jun 2013 0 No hay comentarios

Son escasas las veces en que uno escucha a una persona expresarse con rabia, enojo y desagrado respecto de su hermano. Se sabe de anécdotas infantiles donde más de algún zapato o lápiz voló por la cabeza de uno a otro, pero que en la adultez, el reconocer permanezca es poco habitual, pero sí posible.

La relación filial entre hermanos es algo que se da por sentado, pero no necesariamente está destinada al éxito.

A pesar de las obligaciones que imponen los padres para que la relación sea cariñosa, compartir tiempo, amigos y hasta ayudarse mutuamente, las cosas no siempre son como ellos sueñan.

Es que la obligatoreidad sanguínea no es el pasaporte seguro para que los hermanos y hermanos se lleven bien.

“En una familia sana, lo que se hace es fomentar tanto la fraternidad entre los hermanos como a su vez la individualidad de cada uno, respetando espacios privados, en la medida de lo posible, gustos, estilos, actividades y preferencias”, expone Diana Loi psicóloga clínica UC.

Pero claro, ese es el ideal. Lo que sucede, afirma, es que los padres temen que los hijos crezcan egoístas o carentes de valores y proyectan aquel temor en la relación con los hermanos.

“Llegan, incluso al extremo de no permitir ninguna expresión de individualidad, diferencia e incluso conflicto entre ellos, coartando el desarrollo natural entre los mismos y el despliegue de la personalidad de cada uno”, advierte. Esa sería una fatal decisión, porque poco a poco irían dañando la libertad e independencia con que se irán relacionando con el correr de los años.

“El amor y la relación entre los hermanos debería ser un pequeño gran ensayo de lo que será la vida adulta en la sociedad, y en la sociedad uno no ve a todo el mundo llevándose bien, congeniando, compartiendo gustos y haciendo todo en conjunto”, subraya Loi.

Por lo tanto, expone la especialista, la relación entre hermanos debería ser una oportunidad para aprender a relacionarnos con otro, desde el amor y al mismo tiempo, desde la libertad, independencia y creatividad propia.

Sin embargo, agrega la psicóloga Jessica Piña de Clínica Vespucio, la tendencia natural es que exista un amor impuesto por el hecho de contener un lazo sanguíneo.

“El amor tácitamente existe porque son hermanos, pero qué tan importante se vuelva en tu vida, depende del grado de tolerancia que te hayan inculcado en tu familia. Ahí la labor de los padres es fundamental para que intervengan y abran diálogos a pesar de las diferencias porque eso es el amor fraternal”, detalla.

Relaciones forzadas

El problema se incrementa cuando ambos hermanos son completamente diferentes y por más que se fuerce la relación, la armonía no llega y se cae en conductas que agradan o desagradan de acuerdo a si transgreden o no los límites de cada uno.

Lo peor sucederá cuando se proviene de familias autoritarias, donde los protagonistas por imitar en forma inconsciente las estructuras de poder aprendidas, comenzarán a rivalizar, competir o abusar del poder entre ellos.

“Por modelaje imitan la única estructura y estilo que está permitida en la familia. Generalmente generan lazos donde el vínculo sanguíneo predomina por sobre el emocional o la afinidad espontánea”, señala Diana Loi.

Este tipo de relación los obligaría a que en la edad adulta se sigan relacionando con lealtades invisibles pero inquebrantables, que llegarían a conflictos y transgresiones realmente graves, como por ejemplo propone Loi, cuando un hermano estafa a otro, le miente, le oculta información familiar o lo difama, entre muchas otras cosas.

“Si no me llevo bien con un hermano o una hermana, algo está sucediendo ahí, que es legítimo para ambos, y que es digno de ser visto, validado y aceptado”, anota.

En ese sentido, Loi dice que lo mejor que podemos hacer es, en primer lugar, permitirse el espacio y la distancia que necesita el uno del otro, “porque es solo desde la legitimidad y la validación que podemos crecer, madurar o hacer cambios positivos”.

La psicológa Jessica Piña propone, cada persona debe trabajar su capacidad de tolerancia, comunicación y de relacionarse, desde la diferencia cuando no hay agresividades extremas, para encontrar un punto de encuentro y no desechar ese amor imperceptible entre los hermanos que se lleva a pesar de las distancias.

“Si estás demasiado distante nunca te vas a juntar en una idea, pero esa lejanía puede ser una manifestación que en tu vida en general no haces esfuerzos por compartir con otros”, afirma.

La familia no es lo único

“Llega un punto en el que tenemos que comprender, desde una era más moderna, que si bien la familia es un punto de apoyo, no lo es todo, y ciertamente no puede ser lo único”, apuesta Diana Loi.

Ella cree que se han sobreestimado los lazos sanguíneos, y se han puesto incluso por sobre el amor. Pero comenta, que ante todo y en cualquier relación, debería primar la libertad de elegir con quien uno se relaciona y si en el futuro o la adultez se decide la distancia, quizás por un tiempo, se haga con respeto y gratitud.

Ahora si hay envidia, competitividad, egoísmo, utilitarismo, avasallamiento, oportunismo y mucho más, Loi es enfática en señalar que no hay obligación de aceptar a los hermanos si sus características intoxican o hacen daño.

“Como sea habrá que mantener una relación cordial y de respeto pero con distancia emocional, porque esa relación es un aprendizaje de vida, y quizás eso es lo que justamente ese vínculo fraternal trae para nosotros”, detalla.

En otras palabras, lo que aconsejan ambas especialistas es permitirse la autenticidad en las relaciones, especialmente entre hermanos, con el fin de que emerja la totalidad de nuestro ser con naturalidad y que es probable que de esa forma, cada individuo se abra y acepte al otro, a pesar de las diferencias.

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