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» » » Señales que indican que te estás enamorando de un amigo

Alberto 4 dic 2016 0 No hay comentarios

Les contaremos la historia de un fenómeno paranormal que le ocurrió a una amiga. Para no comprometer a nadie y herir sentimientos tan frágiles como los de una flor, la nombraremos como M. 




Su historia bien podría adaptarse a un drama existencialista e irónico de Woody Allen, sería como “Vicky Cristina Barcelona” o “What’s New Pussycat” donde el amor aparece en el lugar menos esperado y a la vez predecible. Porque aunque la gente lo niegue, un cariño surge dentro de la amistad y termina provocando una tensión sexual, cuyo único alivio sólo está en la intimidad.


“Pasó el tiempo y la relación se hizo más estrecha hasta que un día ocurrió lo inevitable: la vida los colocó entre unas cervezas”.


Digamos que ella encontró a una persona dentro de una situación donde verse de manera frecuente es una obligación. En una oficina, salón u otro extraño escenario como un curso eclesiástico o de verano. La cuestión fue que el destino los unió. Se debían ver de lunes a viernes y comunicarse, al menos, un día en el fin de semana. Cuando estaban juntos se dedicaban a sus actividades pero la cercanía los obligaba a hablar de situaciones cotidianas. Ella decía: “Cómo te fue ayer” o “Qué hiciste tal o cual día”. Él respondía con una historia graciosa y remataba con un chiste ácido.

Poco a poco fueron abriendo su alma el uno al otro. Se contaron toda su vida, gustos, intereses, sueños y objetivos. Hasta que un día a ambas personas les brincó una pregunta y casi al unísono, se dijeron: “¿Tienes pareja?”. 

Esa es la primera señal (tomen nota) de estar enamorándose del otro.

Después viene la etapa de la confidencialidad. Mi querida amiga M comenzó a tomarle confianza y le contó sus secretos. Al inicio fueron pequeños infortunios del trabajo; después comenzaron las historias personales. Esa es la siguiente señal: cuando se comparte la vida personal. Como ella no puso un alto en el momento crítico, terminó por platicar acerca de sus problemas amorosos. Parece algo normal entre los amigos, pero pregunto: ¿En verdad un hombre y una mujer pueden ser amigos? Si tu respuesta es sí, es probable que necesites ver la película “Un homme et une femme” de Claude Lelouch.

Después aparece la siguiente señal; la complicidad. Ya no sólo se cuentan los secretos sino son partícipes. El ejemplo más claro fue cuando mi amiga M recibió una llamada de su novio, quien le preguntó en dónde estaba. Ella en lugar de decir la verdad (con un amigo) le dijo que estaba con su mamá tomando un café en viernes y a las 11 de la noche. Por supuesto, el engaño no fue creíble. Si M no hubiera sentido algún tipo de tensión sexual entre su nuevo amigo y ella, no hubiera mentido. En cambio lo hizo y al mismo tiempo, lo involucró.

A estas alturas es más que claro que a M le interesa aquel chico. Quizá ni siquiera ella lo sabe pero su corazón se acelera cada que ve una barba descuidada, unos ojos dormilones y un cabello rizado. Tampoco se ha construido un puente tan sólido como para entablar una relación, pero la atracción sexual está presente y el último camino será que sus cuerpos se encuentren para volverse uno solo.


“Como ella no puso un alto en el momento crítico, terminó por platicar acerca de sus problemas amorosos. Parece algo normal entre los amigos, pero pregunto: ¿En verdad un hombre y una mujer pueden ser amigos?”.

Pasó el tiempo y la relación se hizo más estrecha hasta que un día pasó lo inevitable: la vida los colocó entre unas cervezas (exactamente entre ocho por cada uno). Después de charlar toda la noche y de que el lugar comenzara a vaciarse, M tomó la mano del príncipe nocturno y se la llevó a su cadera. Él también, bajo los efectos del alcohol y el amor entre líneas, la besó de manera automática.

Las manos se convirtieron en tentáculos que se arremolinaban por todo el cuerpo. No se sabe quién fue el primero que tocó el botón de aceleración, pero de las caricias pasaron a los besos y después a los toqueteos. El final es predecible. M lo recibió con los brazos abiertos y él la tomó como la misma convicción de quien toma una copa de vino. 

Sexo.

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