Seguramente has escuchado sobre la ola de payasos aterradores que están causando miedo en Estados Unidos. Desde el verano pasado, la moda por la que muchos se visten con disfraces siniestros le ha causado problemas a la policía alrededor del país.
Ahora la tendencia parece haberse vuelto global. En el Reino Unido, la policía de Thames Valley dijo que había respondido a 14 avistamientos de payasos en un período de 24 horas, mientras que la policía de Cumbria dijo que había recibido informes de nueve avistamientos de payasos, uno de ellos con un cuchillo.
No dejes que nadie te diga que tu miedo a los payasos es irracional. Hay razones psicológicas perfectamente racionales para sentirse atemorizado por esta broma.
Inocencia de la infancia vs. amenaza del mal
La incongruencia nos hace sentir incómodos. Esa es una de las razones por las que los payasos nos parecen tan aterradores.
Se supone que los payasos deben ser divertidos, lúdicos y deben evocar la inocencia infantil. Pero ya en el siglo XVI, los bufones de Shakespeare se asocian a menudo con la muerte y la oscuridad.
Esta imagen ha continuado hasta la actualidad y ha trascendido a la cultura popular. Así, mientras queremos dejarnos llevar por una sensación de seguridad del niño con un juguete favorito, tenemos la sensación de que algo mucho más siniestro está detrás de la cara pintada de un payaso.
Expresiones faciales ocultas
Somos seres sociales y como tal hemos desarrollado la capacidad para leer sensaciones como la seguridad y el peligro, basados en expresiones faciales y lenguaje corporal.
Los payasos se esconden detrás de máscaras, lo que nos impide ver lo que están sintiendo, pensando o incluso adivinar sus verdaderas emociones.
Una máscara no sólo oculta la apariencia, esconde la intención, y cuando no estamos seguros de la intención de la persona frente a nosotros, nos da miedo.
Repulsión por asimetría facial contorsionada
Los investigadores que estudian el atractivo facial dicen que la mayoría de lo que encontramos atractivo es una construcción social: cosas como el color de la piel, la forma de los ojos y el tamaño de los labios.
Dos cosas que son innatas son la simetría facial y qué tan promedio somos y no tener características que se diferencien demasiado de la norma. Los payasos desafían las dos –sus caras están pintadas para ser particularmente asimétricas y exageradas– así que cuando los vemos tenemos una aversión natural hacia ellos.
Gran parte de su repertorio depende de hacernos reír y conectarse con nosotros, así que nos encontramos en una especie de disonancia cognitiva entre sentir qué es repugnante y qué está llamando nuestra atención.
Payasos malvados famosos
Como se mencionó anteriormente, nuestra cultura está llena de referencias a los payasos malvados, incluyendo en asesino en serie John Wayne Gacy, el personaje de Stephen King en la película 'It'.
La asociación entre payasos y peligro ha sido reforzada constantemente durante las últimas décadas, y como tal, somos más propensos a adoptar una visión de ellos como algo alarmante porque hemos aprendido a verlos de esa manera.
Por naturaleza tememos a lo ilógico
Los payasos encarnan la ilógico. Son lo suficientemente humanos para ser reconocibles, pero lo suficientemente alejados de la normalidad para que nos resulten desconocidos.
Así que se aseguran de que sus gestos físicos sean comunes, pero también muy exagerados: si una característica fácil de identificar está presente, como una lágrima, está representada como plana y cómica.
Debido a que su imagen aparece distorsionada, pero todavía reconocible, eso nos invita a tratar de entender lo que realmente está pasando – no necesariamente porque estemos entretenidos, sino porque estamos confundidos.
Así, mientras podemos entender una sonrisa, no nos sentimos a gusto con una que nunca se desvanece, y esa es la cosa que da miedo: la conciencia de que lo que estás viendo en realidad está ocultando algo que no entiendes muy bien.
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