Es así como ha surgido el llamado "síndrome del espejo", un fenómeno que alude a la percepción deformada que se tiene de uno mismo y que, muchas veces, tiene como consecuencia el desarrollo de trastornos como la anorexia, la bulimia o vigorexia.
Un libro recién publicado en España -"El síndrome del espejo: cómo reconciliarse con la propia imagen"- aborda este fenómeno, cuyo aumento ha ido de la mano con la proliferación de "espejos virtuales" en las sociedades modernas: las pantallas de la televisión, el cine, las vitrinas y revistas que promueven una imagen de belleza o perfección frente a la que, de alguna forma, todos se comparan.
"El síndrome del espejo engloba a un conjunto de comportamientos humanos que tienen que ver con la relación del ser con su imagen; un juego donde el espejo toma un gran papel en tanto que es el mediador de esta relación", explica el psiquiatra Jesús de la Gándara.
"A lo largo de la vida, una persona va metiendo en su cerebro una imagen de sí mismo, y no siempre la imagen que ve en el espejo coincide con la que él tiene", cuenta el escritor. Lo anterior genera un conflicto y frustración que a veces no se resuelve de manera favorable.
Los adolescentes y personas inestables emocionalmente son más vulnerables a caer en este síndrome; los primeros, porque atraviesan una etapa de grandes dudas y de formación de la personalidad. Eso mismo explica por qué suelen tener mayor tendencia a padecer trastornos de alimentación. "Las personas se obsesionan con sus defectos e incluso imaginan otros que no tienen", precisa.
Esto incluso les puede provocar trastornos del ánimo -como una depresión- y/o afectar sus relaciones con los demás por temor al rechazo, por ejemplo. Para evitar caer en este problema y reconciliarse con la propia imagen, el especialista enfatiza la importancia de aprender a conocerse a uno mismo frente al espejo. Eso implica saber que el físico es el reflejo del estado interior. "La inestabilidad emocional, la depresión o el fracaso personal se transmiten mediante el disgusto al físico: nos arreglamos menos, nos cuidamos menos, nos olvidamos de nuestro cuerpo".
Asimismo, el autor afirma que hay que aplicar inteligencia y bondad "para ver y juzgar adecuadamente lo que se ve. No debemos ser crueles con nosotros mismos. Aplicamos una dosis de empatía para mirar y juzgar a otros, y no las aplicamos a la persona que vemos en el espejo".
Y eso supone también "no tratar de imitar a los demás o a las aspiraciones que los demás tengan de uno", y aprender a reírse de uno mismo. "Si no sabemos trasladar al espejo la pregunta adecuada, nos devuelve una imagen inadecuada". Este aprendizaje, debe comenzar de niños.
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