Según diversos testimonios escritos, pruebas fotográficas y fotos satelitales, el gigantesco barco que escapó del diluvio universal ordenado por Dios todavía reposaría, oculto en un glaciar, en la ladera norte del Monte Ararat.
Las Santas Escrituras, en los capítulos 6 al 9 del Génesis, nos relatan que Dios, disgustado por las constantes y terribles pecados en que incurría el hombre, le notificó a Noé, el “único hombre justo y cabal entre la gente de su tiempo”, que iba a destruir el mundo mediante un diluvio que duraría 40 días y 40 noches. Para ello, el Supremo Creador del cielo y la tierra le ordenó construir una gigantesca nave de madera de tres pisos, 150 metros de largo y 30 de ancho, una especie de caja rectangular de fondo plano, sin popa, quilla, remos, anclas o velas, hecha sólo para flotar y no navegar, en la cual debía subir su familia y una pareja de cada animal para repoblar el nuevo mundo que surgiría después del diluvio. El mismo diluvio que comenzó cuando “fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las cataratas del cielo fueron abiertas, y hubo lluvia sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches».
Una vez consumada la catástrofe bíblica ordenada por Dios, el Arca de Noé habría encallado en la cima del monte Ararat, en la frontera de Turquía con Armenia, y desde ese lugar el patriarca bíblico inició la refundación y repoblación de la tierra.
Pero, lo que para muchos suena a mero cuento fantástico, tiene varios visos de realidad, especialmente si se revisan las constantes menciones históricas a la existencia real del Arca. Obviando el hecho que alguna vez haya ocurrido un diluvio universal (muchas culturas indoeuropeas, mesopotámicas y precolombinas, incluida la mapuche, se refieren al mito de que el mundo alguna vez fue cubierto totalmente por las aguas y algunos geólogos aseguran que alrededor del 5.600 AC se produjo un evento de extinción masiva que, entre otras cosas, creó lo que hoy conocemos como el Mar Negro), existen diversos testimonios históricos y pruebas que aseguran que la famosa Arca de madera construida por el famoso patriarca bíblico sí existió en realidad.
Andréi Poliakov, orientalista y explorador ruso que subió en el año 2003 al Monte Ararat, asegura que sobran los documentos históricos, en particular las crónicas históricas sumerias, que confirman la existencia del profeta Noé, la construcción de un arca y el suceso de un gran diluvio. “Cuando estuvimos en Najicheván, región azerbaiyana que significa ‘país de Noé’, un experto local nos enseñó la tumba de Noé, quien habría estado sepultado allí hasta 1983. Además, supuestamente el único trozo fosilizado del arca se conserva en la Catedral de Echmiadzin (Armenia), reliquia que es objeto de peregrinación desde tiempo inmemorial y que llegó al templo en la Edad Media de manos del monje bizantino Iakob”.
Las primeras pruebas
Pero esa no parece ser la única prueba de la existencia del Arca de Noé. A saber: La primera mención no bíblica de la existencia del arca data de 1271 y aparece en los diarios del famoso viajero veneciano Marco Polo, quien en su viaje a China aseguró haberse detenido en el monte Ararat. Tras ascender a su cima, el italiano describe haber visto una gran nave de madera enterrada en los glaciares más altos de la montaña. Varios siglos después, en 1916, el explorador ruso Vladimir Rosskowizky, enviado a la zona por el zar Nicolás II, también habría encontrado sobre los 4 mil metros de altura del monte una embarcación de madera semienterrada en el hielo, regresando a la corte con pruebas concretas de la existencia del arca, como fotografías, restos de madera e incluso una película de 15 minutos, los que fueron destruidos por los bolcheviques durante la revolución rusa de 1917.
Los líderes revolucionarios, liderados por el mismo León Trostky, habrían considerado que el increíble descubrimiento de Rosskowizky iba en contra del ateísmo impuesto por los revolucionarios rojos, por lo que estimaron que lo más conveniente era eliminar esas evidencias para siempre.
En junio de 1949 una misión de la fuerza aérea americana fotografió lo que parecía ser una enorme construcción de madera metida entre el hielo. Y en 1955 el alpinista francés Fernand Navarra aseguró haber observado una estructura de madera a más de 4 mil metros de altura y que identificó positivamente como el Arca de Noé. Adicionalmente, logró rescatar un travesaño de madera negra que encontró entre el hielo (en el monte Ararat, una montaña de origen volcánico, no existen árboles).
Una de las pruebas más concretas de la existencia del Arca se produjo en 1962, luego que un avión espía norteamericano U2 fotografiara un enorme objeto metido entre el hielo del monte Ararat, en un sector que posteriormente sería denominado como la “anomalía Ararat”, una formación geológica inusual situada sobre los 4.600 metros que semeja haber sido depositaria del arca, ya que presenta la forma de un navío en forma de hoja, muy similar a la caricatura popular del arca con forma de barco, y cuyas medidas son bastante parecidas a las descritas en la Biblia. Esta fotografía ha sido estudiada durante más de 40 años por expertos de la NASA y todavía no se llega a ninguna conclusión.
En 1979, mientras el presidente de EE.UU Jimmy Carter viajaba a bordo del avión Air Force One durante una gira internacional, que en ese momento sobrevolaba a baja altura el monte Ararat, un fotógrafo de la agencia UPI que viajaba en el avión, aseguró que él, otros colegas y el mismo mandatario vieron desde sus ventanas, durante el deshielo de un glaciar, una “especie de enorme construcción rectangular de madera, parecido a un gigantesco vagón de Metro, partido en dos y metido entre el hielo del monte”. El presidente Carter, por cierto, habría narrado este acontecimiento con lujo de detalles en el diario de la Casa Blanca.
Las fotos de los satélites
La imagen muestra la "anomalía del Ararat", la zona donde supuestamente todavía está la mítica nave de madera.
En 1993, Porcher Taylor, profesor y analista estadounidense, descubrió que junto con las fotos conocidas de 1949 y 1962 de la anomalía del Ararat también existían otras fotografías sacadas por un avión espía y fotos de alta resolución sacadas por la CIA en 1973 usando el satélite militar KH-9 y hasta fotos más sofisticadas realizadas por el satélite KH-11 en 1976, 1990 y 1992, respectivamente, fotos que por motivos ignotos permanecen todavía en secreto. “La anomalía del Ararat se encuentra a cuatro mil 663 metros de altura, está en la zona noreste del Monte Ararat y está cubierta por hielo glacial. El tamaño de la formación, de acuerdo a las imágenes del satélite, tiene unos 309 metros, que equivaldrían a los 300 por 50 metros que medía el Arca de Noé, como explica el libro del Génesis. Esta anomalía supera entonces largamente al “Titanic” y al “Bismarck” en tamaño e iguala el tamaño de los más grandes portaviones actuales. Si alguna vez se prueba que estos restos son algo náutico hecho por el hombre entonces, potencialmente, estaríamos en presencia de algo de proporciones bíblicas”.
La pregunta, entonces, es pertinente: Si el arca existe, ¿por qué todavía no es encontrada? ¿Y por qué no se realiza una expedición al más alto nivel para desvelar todo? En primer lugar, durante casi todo el año el monte Ararat está cubierto de nieve y la espesura del hielo es muy profunda (además los glaciares, en la parte alta del monte, van cambiando de lugar según la época del año); en segundo lugar, los fundamentalistas kurdos de la región interceptan cualquier expedición, lo que transforma a la zona en una región muy peligrosa (en la década de 1990 más de 6.000 personas murieron en el monte y apenas existe permiso para subir del lado sur, mientras que la supuesta arca se ubicaría en el lado norte). Por otra parte, muchos aseguran que al mismo gobierno islámico turco no le interesa en lo más mínimo ayudar a develar el misterio (si es que no lo sabe ya), pues ello equivaldría a transformar al monte en un lugar de peregrinación de cristianos. Un famoso sherpa nepalés aseguró una vez que “tal vez el mayor descubrimiento arqueológico de todos los tiempos –el arca de Noé– se encuentra preservado providencialmente para que sea revelado al mundo en el momento adecuado y, claramente, este no es el momento”.
El mismo Andrei Poliakov, agrega que “pese a la ausencia de pruebas, el Arca de Noé es más una cuestión de fe. Estoy convencido de que, si alguna vez fuera encontrada, ya no habría razones para dudar de la existencia de Dios”.
Supuestas imágenes satelitales del Arca de Noé: