La ciencia acaba de resolver una controversia centenaria: la forma en que los lactantes extraen la leche del pecho de sus madres. Pese a lo que se creía hasta ahora, el secreto no está en la presión de la boca sobre el pezón, sino en el vacío que se crea en la boca del niño durante la succión. Según esta nueva evidencia publicada en la revista científicaPNAS, la obtención de la leche no se debe únicamente a un movimiento fisiológico, sino a las variaciones periódicas de presión atmosférica del interior de la cavidad bucal, lo que provoca el flujo del fluido sin apenas esfuerzo por parte del recién nacido.
Un equipo de científicos de la Universidad de Nueva York, encabezados por el israelí David Elad, analizaron el proceso biomecánico de la lactancia materna a través de imágenes registradas por ultrasonidos. Emplearon para ello un innovador modelo 3D de las mamas y de los conductos galactóforos, encargados de conducir la leche materna hasta el pezón. La observación de las imágenes reveló que la lengua anterior, situada entre el complejo areola-pezón y los labios inferiores, se mantiene rígida en el movimiento cíclico de la mandíbula, mientras que la sección posterior de la lengua se ondula de forma similar a las ondas peristálticas del intestino delgado, lo que genera los cambios en el aire de la boca, llegando a generar una presión de 27 milibares. El trabajo demuestra así que la succión es un proceso dinámico en el que, el movimiento periódico de la mandíbula y la ondulación de la lengua, producen las variaciones en la presión subatmosférica que facilitan la conducta instintiva de succión del bebé.
Este hallazgo arroja luces sobre el mecanismo biológico del amamantamiento, que ha demostrado ser vital en el desarrollo del niño, ya que una alimentación basada en la leche materna durante los primeros seis meses de vida ha sido vinculada a una mayor salud cardiovascular, un menor riesgo de padecer cáncer y un coeficiente intelectual más elevado.
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