Activos volcanes, lagos de lava y llanuras de sulfuro... Esa es Io, una de las lunas de Júpiter, uno de los territorios volcánicos más asombrosos del Sistema Solar. Parece la descripción de un infierno, pero resulta que, según un equipo de investigadores estadounidenses, el aspecto de la Tierra hace 4.000 millones de años era bastante parecido.
Descubierta en enero de 1610 por Galileo, Io no ha dejado de ser observada, primero por telescopios terrestres y más tarde por las sondas Voyager y Galileo en órbita, que realizaron diferentes sobrevuelos. El pasado año, un equipo de la Universidad Estatal de Arizona (EE.UU.) realizó el primera mapa geológico de la luna, mostrando un mundo cuyas relaciones gravitacionales con Júpiter y sus lunas hermanas Europa y Ganímedes provocan una flexión masiva y rápida de su superficie rocosa. En consecuencia, dentro de Io se genera un calor inmenso, que se alivia con el vulcanismo de superficie, dando como resultado 25 veces más actividad volcánica de la que se produce en la Tierra.
En efecto, Io es el objeto con más actividad volcánica en el Sistema Solar. Sus intensas erupciones cubren su superficie entera con un capa de casi 1 centímetro de lava cada año. Y según han explicado los expertos, la Tierra habría pasado por una fase similar en su juventud, antes de que se enfriara lo suficiente para que la tectónica de placas se pusiera en marcha.
La Tierra se formó por la fusión de muchos pequeños «planetesimales» rocosos hace unos 4.500 millones de años. Estas colisiones generan una gran cantidad de calor, al igual que la posterior separación del núcleo metálico de la Tierra y de la desintegración de elementos radiactivos. Como resultado, la antigua Tierra albergaba mucho más calor en su interior que hoy, quizás entre cinco y diez veces más.
Por ello, los autores de este trabajo, que ha sido publicado en la revista Nature, creen que la Tierra primitiva pudo haber funcionado como Io, donde el calor fluye a la superficie a través de «tuberías» volcánicas en grandes cantidades.
Si esto no fuera así, la principal alternativa al modelo de tubo de calor esuna versión mejorada de la tectónica de placas, en la que enormes placas de la litosfera de la Tierra (la placa sólida de la superficie del planeta) se movían más rápido y transportaban más calor que actualmente. A pesar de ello, los científicos ven varias lagunas en esta posibilidad.
Intensa actividad volcánica
Las rocas que se formaron hace unos 3.500 millones años conservan evidencias de períodos de intensa y continua actividad volcánica en la Tierra que, según han demostrado diversos estudios, duraron varios cientos de millones de años. Así, estos datos también contradicen el argumento de la tectónica en la antigüedad, informa la agencia EP.
Además, también hay evidencias de que al enfriarse la Tierra fue disminuyendo la cantidad de actividad volcánica drásticamente, lo que llevaría a la litosfera a ser cada vez más delgada hasta que, finalmente, se rompió, lo que supuso la formación de placas, en una época posterior.
«La interacción entre las rocas y el agua caliente es muy buena para la vida, ya que libera energía térmica y energía química de las rocas, así como nutrientes esenciales como el fósforo y el azufre que se depositan en el agua», ha indicado uno de los autores, William Moore, de la Universidad Hampton en Virginia, en defensa de teoría de la actividad volcánica del planeta.
Fuente: ABC
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